Cuando la historia se hace tierra. Fiesta en el Partido de Rivadavia

En las páginas siguientes se relata una experiencia teatral única en la práctica del teatro comunitario argentino. La crónica como herramienta del lenguaje, las vivencias como materia prima y un proyecto colectivo que vale la pena conocer. Los hechos narrados sucedieron en la llamada pampa húmeda, en el Partido de Rivadavia, Provincia de Buenos Aires. Allí, un grupo de doscientos vecinos-actores pusieron en escena una obra teatral de creación colectiva que contó la historia del partido. Para hacerlo se necesitó un año de trabajo arduo, mucho esfuerzo y vínculos de solidaridad que sostuvieran al extenso grupo. Finalmente, San Mauricio –el pueblo que fue escenario de la obra- brilló en luces multicolores, desbordó de público, y despertó del letargo del abandono.

Días previos…

Eran muchas las expectativas luego de un año de trabajo arduo; esfuerzos, sacrificios y sueños se mezclaban con un panorama de grandes incertidumbres por venir. Un proyecto, una idea, un compromiso, avanzaba incesante sorteando obstáculos, distancias, tiempos dispares y edades de todo tipo y color: una obra de teatro comunitario, en el marco de los festejos del Centenario del Partido de Rivadavia. Se trataba de una obra totalizadora, integradora, que buscaba unir a través del arte a los pueblos que forman el Partido; los vecinos, cargados de una adrenalina mezcla de entusiasmo, temor y alegría, juntaban semanalmente sus fuerzas para ensayar y pulir la historia a contar. Roosevelt, América, San Mauricio, Sansinena, González Moreno y Fortín Olavarría; seis pueblos, seis historias, seis experiencias de vida en un territorio común.

Esta “locura”, como la llamaban ellos, estaba planificada para el día jueves 30/09, en el pueblo de San Mauricio. Un lugar cargado de tristezas, marcado por las luchas, las confrontaciones, los enfrentamientos originados en la ambición de poder. Ubicado en el centro del Partido de Rivadavia, junto a la Zanja de Alsina, surco fundador, punto de origen de la fragmentación, San Mauricio gritaba por despertar. Este pueblo, que alguna vez llegó a albergar a 2000 habitantes, se encuentra hoy abandonado, derrumbado, saqueado y marginado. Es un sitio donde circula “lo que pudo ser”, que tiempos atrás disputó la cabecera del Partido, y que la perdió por no tener la fuerza política necesaria para luchar contra intereses más poderosos. Pero toda esta historia de San Mauricio reflota en el aire, al recorrer sus calles de tierra, la plaza otrora fuente de vida. La Iglesia -fundada en 1892-, cuya fachada sobrevive al paso del tiempo, esconde detrás de esta imagen un edificio en ruinas, derruido por el saqueo, pero cargado de una mística que se respira en el aire. La casa de Jacinto Duva, el fundador del pueblo, en una similar situación, era la muestra de un antiguo esplendor, una riqueza de mármol y lujos, que supo convertir a San Mauricio en un posible escenario de progreso.

La obra contaría con 200 vecinos en escena, de los cuáles muchos nunca habían presenciado una obra teatral. Esta experiencia sería para ellos, un doble debut: como público y como protagonista. Pero no sólo eso, sería un camino de autonomía, un abanico de nuevas posibilidades en donde no sólo se pondría en juego el aprendizaje actoral, sino también, y lo más importante, la posibilidad de ser ellos mismos quienes, a través de un proceso colectivo, cuenten su propia historia. Esto trajo aparejado un número infinito de esfuerzos, privaciones y resignaciones, en pos de una idea conjunta, de un núcleo contenedor que los involucraba no sólo como vecinos y actores, sino también como sujetos históricos, escritores, historiadores, pensadores de su pasado y su presente. Lo comunitario, entonces, se convirtió en una práctica que despertó nuevas acciones, conductas, sorpresas y miedos; donde la emoción, la solidaridad y el lazo adquirieron una importancia suprema. Nada se puede hacer sin el otro, en esto, todos somos uno sólo.

Y así como no se puede hacer sin el otro, la adquisición de recursos es imprescindible. Pensada para la noche, la obra de teatro sería itinerante, por lo que era necesario conseguir luces y sonidos que puedan iluminar y dar voz a todo el pueblo. También el montaje de una estructura que brinde servicios al público, de comida y bebida. Las negociaciones parecieron lograr su cometido: la obra era un evento ya conocido por las autoridades, y los recursos estaban asegurados. Sin embargo, el lunes 27 de septiembre amaneció lloviendo en el Partido de Rivadavia.

Las nubes parecían cubrir con su negrura los ánimos de la organización, que luchaba incesantemente para que esta “locura” se realice lo mejor posible. Desde la dirección, encarnada fundamentalmente en la figura de María Emilia de la Iglesia, la tenacidad y la resistencia parecían a veces ser derrotadas por la negligencia y el temporal. Caminos de tierra intransitables, rutas anegadas que impedían la salida de los vecinos de sus pueblos y la imposibilidad de establecer las conexiones técnicas necesarias, pintaban un horizonte de desesperante vaticinio.

La esperanza de una mejora se vio luego opacada por la continuidad de la lluvia, que durante el martes y el miércoles, no cesó de castigar las energías y desgastar los esfuerzos de los vecinos y de María Emilia. Llamados sucesivos, parlamentos de aliento y entusiasmo, acumulados en un solo momento. Finalmente, cual nudo que se desata, las cosas se fueron definiendo para una sola dirección posible: la suspensión de la obra, y el cambio de fecha. Fue así que el día elegido fue el sábado 02 de octubre, a las 16.30 hs.

Un nuevo horizonte se empezaba a despejar, cargando la batería de un nuevo comienzo, que retomaba viejas energías. Los vientos del sur dejaron ver el sol, y con él trajeron calidez y fuerza: la obra se haría, a pesar de todo. En el interin, un nuevo equipo de sonido –gestionado por la organización de la obra- permitió volver a pensar en una obra que, si bien ya no se haría a la noche, necesitaría un soporte técnico de gran estructura y profesionalismo. El desafío era grande, pero Marcos Cabrino aceptó, y viajó especialmente desde General Pico para visitar San Mauricio. Luego de su evaluación, y siguiendo las directivas de María Emilia, Cabrino señaló la necesidad de un ensayo antes del estreno. Quedó, entonces, pautado para el viernes 01/10.

El viernes amaneció soleado y ventoso, se respiraba un nuevo aire, denso de nervios y exaltación. Trabajo, trabajo, trabajo… fue un día de arduo trabajo. Desde temprano, el equipo de sonido, junto con María Emilia y los colaboradores incondicionales caminaron San Mauricio, lo olieron, lo sintieron, lo revivieron. Cada escena fue repasada con los vecinos, quienes, expectantes, fueron tomando conciencia de la proximidad de la fecha. Aire contenido en los pulmones, cansancio, sudor, cuerpo amedrentado por la felicidad, por el sacudón del sueño hecho realidad. Escenografía, vestuario, maquillaje, todo fue tomando forma en una tarde que resultó agotadora y plena. María Emilia, con un megáfono, ordenaba las escenas y marcaba la ubicación del sonido y las luces. El equipo de Cabrino, con un trabajo impecable y sin descanso, atendió sin pausa las indicaciones de la dirección.

Día de la función

San Mauricio, 9.30 hs.

Día final, y día del comienzo; día de felicidad, pero día de temor; día de esperanza, día de profunda emoción. El día así comenzaba, con muchos que temprano llegaron al pueblo de San Mauricio para preparar los últimos arreglos escenográficos, colocar carteles, arreglar el Museo que serviría de camarines para los grupos de los distintos pueblos, colocar sillas, telas, flores, adornos y utilería. San Mauricio, que alberga en la actualidad a 15 personas, se vio sorprendido de pronto por tanto movimiento.

Las miradas cómplices se cruzaban entre aquellos que iban y venían, atravesando la plaza, tomando un mate detrás de bambalinas, clavando clavos, colocando el sonido, los micrófonos, las luces. Todo el bullicio de la felicidad, bajo un sol impecable, sin una gota de viento: el nudo que se había desatado, finalmente estaba disuelto. Los autos y las camionetas comenzaron a llegar con los vecinos, que traían cada uno parte de la escenografía de sus escenas. Los saludos, las risas y los sándwiches fueron un puntapié para el arranque de un frenesí que duró hasta las 20 hs.

15 hs. Los vecinos ya habían colocado casi toda la escenografía, restaba el maquillaje y el vestuario. Fueron llegando uno a uno a la plaza, al ritmo de las palmas, tal como se suele convocar a la gente en los ensayos. Formando una ronda de 170 personas, fueron llamados los coordinadores de cada pueblo al centro, para señalar quiénes estarían encargados de organizar cada grupo. De apoco se fue tomando conciencia de la dimensión que había adquirido este sueño hecho realidad: se había organizado una obra teatral de 200 personas, provenientes de 6 pueblos distintos, por medio de un proceso de creación colectiva, en un pueblo abandonado en el medio del Partido. Todo lo que se movió, todo lo que se sufrió, todo lo que se gozó, todo lo que se transpiró, todo lo que se temió, estaba allí. Estaba flotando entre estas personas que pasaron de ser espectadoras, a ser protagonistas. Las palabras de aliento de María Emilia resonaron en los edificios vaciados por el olvido, hicieron eco en los oídos de cada persona que había escuchado alguna vez “esto es imposible de hacer”. Estaban allí, a dos horas de comenzar una función inédita, una experiencia única en la práctica del teatro comunitario.

Luego de la concentración, el público comenzaba a acercarse. Se habían previsto grupos de bomberos y policías para contener el caudal de gente. Un estacionamiento inmenso, ubicado en el costado derecho del pueblo, sería acondicionado para albergar a los cientos de autos que llegarían a ver la obra. Vestidos, maquillajes, trajes, guitarras, bombos y trompetas. El gran plantel actoral fue distribuyéndose, de apoco, en sus respectivos lugares-escenarios. Eran ya las 16.30 hs; los autos y camionetas no paraban de llegar. Una fila interminable esperaba que le den paso los bomberos y policías. Los que llegaban a la ver la obra se concentraban en la escuela de San Mauricio, ubicada en la zona opuesta a la entrada del pueblo, allí donde todo termina. De pronto, una mirada hacia alrededor, mostraba que la calle que serviría de primer escenario estaba desbordada; la gente se acumuló en los costados, maravillada, antes de empezar, por una obra que se haría en escenario natural.

La obra. Carne y espíritu

Escenario de tierra y paja; caballos, indios, soldados y fortín: la historia de nuestro país. División matanza y poder, los temas del comienzo de la obra. La Campaña del Desierto, la expulsión y asesinato de indios para conseguir tierras para los grandes terratenientes extranjeros, cuyas marionetas argentinas daban rienda suelta a la impunidad. El fortín, construido por los propios vecinos, es testigo de esta escena impactante, en donde vemos uno de los capítulos más tristes y sangrientos de nuestra historia. El grito desesperado del gaucho, el abandono del indio y el sometimiento del soldado, sabiendo que “en estas tierras de la patria mía, la gris frontera, roja amaneció”.

El sonido del tren da el paso a la llegada de los inmigrantes, que vienen a “hacerse la América”. Al canto de la esperanza por un progreso en estas tierras, los inmigrantes van guiando al público que camina detrás, desbordándose por los costados, sorprendido. Se llega así a una de las esquinas emblemáticas del pueblo, el almacén de Merino, donde tiempos atrás se jugaba al truco, funcionaba el correo y hasta un cine. Hoy, es parte de la casa de Catalina, nacida en San Mauricio y protectora de la estatua del Santo. Y hablando de Santo, la muchedumbre se encuentra así con un altar, colocado en lo alto de una camioneta, en donde un actor personifica la figura de San Mauricio. Los toques de humor, propios del teatro comunitario, hacen que los personajes sean algo caricaturescos, lo que permite contar una historia tal vez triste, de una forma amena y sencilla, sin sentimentalismos pero con emoción. Las canciones acompañan todo el tiempo, y muchos de los espectadores, ya convertidos casi en actores, se suman a la canción de la procesión.

San Mauricio, entonces, va guiando al público, invitándolo a una procesión por el pueblo. “Aunque parezca un sueño, el pueblo vivo está, con el esfuerzo de todos, brilla en la inmensidad”. Se avanza sobre una de las calles que rodean a la plaza, en donde se encuentran pequeñas escenas que muestran atisbos de la vida cotidiana de la gente del pueblo: los borrachos, el tanguero, una pareja, chicos jugando en la plaza. A su vez, los actores que siguen de cerca al santo le hacen pedidos. Al llegar a la próxima esquina se da lugar a la próxima escena: el casamiento. El público aplaude, se maravilla con la escenografía y recuerda, tal vez, su propio casamiento.

Porque el teatro comunitario no es sólo contar la historia, sino también reflexionar sobre ella, la pelea por la cabecera del partido es representada por medio de un enfrentamiento futbolístico. ¡Los equipos salen a la cancha!, cantos de hinchadas entre las populares de América y San Mauricio dejan ver una pelea que otrora fue sucia, llena de intereses y ambiciones. Por medio de la trampa América gana el partido, y con él, la cabecera. Las tribunas, colmadas, se ríen a carcajadas en esta escena que todos sentimos como nuestra, nacional; gritos, risas y movimiento. ¡La autonomía ya se logró, y un partido nuevo se constituyó!

Y como nuestra historia es de resistencia, los vecinos retoman el conflicto de los chacareros, con la explotación y sometimiento que sufrieron los trabajadores en manos de los poderosos, dueños de tierras. La Colonia Scala, en donde los obreros se veían obligados a trabajar para el gran terrateniente –que era funcional a intereses extranjeros- los chacareros dijeron ¡Basta! “Si cada cual tiene lo que merece, los chacareros llegamos hasta acá. Una cooperativa ¡habrá que organizar!”. Y la lucha continúa. Pero también hay diversión en Rivadavia, y los vecinos escenifican uno de los eventos más esperados por los habitantes del partido: el baile en el Sporting Club de San Mauricio.

Detrás de escena, detrás de las telas negras, el movimiento no para… una especie de magia ya había empezado a desplegarse en San Mauricio, consumada por un público respetuoso, atento y emocionado. En la escena del baile, la salida de los actores a escena despertó desde un primer momento la congoja del público: ¡cuántos de aquellos que estaban mirando habrán sido protagonistas de estos bailes!, ¡Cuántos de ellos habrán conseguido pareja allí! Los flashes comenzaban a relampaguear porque el sol había empezado a bajar. Se acercaba la noche mientras las parejas bailaban y se realizaba la elección de la reina, que por acomodo, sabía de antemano su triunfo. Un borracho hacía alboroto en el medio de la pista y la escena va llegando a su fin…
A continuación, una de las escenas más emocionantes de la obra, dejan ver a un cartel inmenso, grabado con las siglas IMO (Industria Maderera del Oeste). Delante de él, un despliegue de baile en donde se representa a la madera que llega en el tren para ser trabajada en la industria, entonando un hermoso canto con la dulce melodía de Falú, Jangadero.

“Sabias manos de maestranza carpintera, veta a veta van dejando su canción, y le arrancan el secreto a la madera, de astillado y generoso corazón”.

La madera, esa armazón de vida que fue materia prima de una industria fructífera en González Moreno, va danzando entre los trabajadores al ritmo de la canción. Pero el momento del cierre llega, al igual que en otros casos, trayendo la tristeza y la bronca de la clausura de una fuente de trabajo legítima, que abarcaba el trabajo de muchos. En una representación intensa y conmovedora, se relata el cierre de la IMO, y de todas las fábricas del partido, así también como la desaparición de los ferrocarriles. Las fibras íntimas del trabajo, la dignidad de ganarse el pan, el sueño de la ausencia de pobreza, se juntan en un momento teatral que condensa muchas de las vivencias que el público revive. Por eso, el público se pone de pie, llorando, recordando, viviendo.

“Soy obrero en Rivadavia, soy obrero. Mi destino siempre ha sido trabajar, el sudor de mi trabajo tesonero, para siempre en la memoria quedará. Es presente y renace sin cesar”.

Año 2001, inundaciones en el Partido de Rivadavia. En este escenario de tierra, rodeado de edificios derrumbados y olvidados, se representa algo que nunca se va a olvidar, porque dejó una marca en todos los habitantes del Partido. La inundación provocada por el Río Quinto se muestra con la actuación de los chicos de una escuela, que, obligados a trasladarse porque se viene el agua, suben a un carro y cantan su pesar, pero también su resistencia. Luego todos los actores representan un éxodo en donde cada uno lleva una bolsa de arena, para armar una valla de contención para que no pase el agua. La fuerza del teatro comunitario, que cuenta la historia del pueblo, es capaz de generar esta energía, esta identificación con el público, que cuando vio a la gente correr con las bolsas miraba atónita una escena que ya había visto antes, que había vivido en carne propia.

“Vamos Rivadavia que no avance el agua, vamos que podemos salir adelante. Toda Rivadavia se une contra el agua, sobre el alteo no hay nadie que falte”.

Bajo un cielo casi estrellado, San Mauricio (el santo) anuncia la vuelta a la vida, la continuación de una lucha que Rivadavia viene librando día a día, y que las inundaciones no pudieron acallar. De esta forma da paso a la última escena de la obra: un diálogo entre jóvenes y viejos, que por medio de canciones, muestran una realidad que nunca cambia, pero que busca la transformación. La mirada al futuro, la actualidad, la problemática de los jóvenes vistos como seres desprovistos de ideas y víctimas de la tecnología incapaces de generar proyectos, es refutada por los mismos jóvenes, que reclaman igualdad y libertad. El fin de la escena, la unión de las generaciones, da la pauta de la búsqueda de un lugar que sea justo para todos, y trae una brisa fresca de esperanza en la mirada hacia el futuro.

“Quiero que dejes de discriminar, la vida y la muerte nos llegan igual, hay que parar la pelota una vez, y poner todo al revés!!!”

Cuando los 200 vecinos se juntan para la canción final, los corazones se levantan. No importa de donde sos, si sos vecino de Rivadavia o no. La emoción te llega igual, inevitablemente, a través de una imagen que recorre los sentidos. Las venas se llenan de una sangre nueva, que late ahora al son de una utopía hecha realidad.

“Rivadavia se está uniendo y se siente, que le damos pelea a la soledad. La historia se entreteje desde abajo, y se cambia desde la comunidad”.

Y la muestra de que la historia se cambia desde la comunidad está acá. En la voz de cada vecino, en cada momento de trabajo, de esfuerzo, que demostró que la distancia no es nada cuando se tiene voluntad, que la unión y la solidaridad no se compra ni se vende, que no viene desde afuera, y que la transformación es posible. La construcción colectiva, pilar de esta experiencia, muestra que el discurso de la resignación viene de aquellos que nos quieren hacer creer que no somos capaces de escribir la historia, de generar un cambio. Por eso, el Teatro Comunitario de Rivadavia dio un primer paso para algo mayor, que involucre cada vez más gente, y busque utopías en horizontes cada vez más lejanos.

de Clarisa Fernández (Integrante de la Red de Investigadores de Teatro Comunitario)
Nota publicada ya en Aletheia, revista de la Maestría de Historia y Memoria de la Facultad de Humanidades de la UNLP






Desmesura en San Mauricio. Teatro comunitario en el Centenario del Partido de Rivadavia
29/09/2010 | Por Edith Scher

Teatro Comunitario De Rivadavia

Teatro Comunitario De Rivadavia

Teatro Comunitario De Rivadavia

El jueves 30 de septiembre a las 19.30 en San Mauricio, Partido de Rivadavia, noroeste de la Provincia de Buenos Aires, el Grupo de Teatro Comunitario de Rivadavia, formado por vecinos de Sansinena, González Moreno, América, Fortín Olavaria, Roosevelt y San Mauricio, presenta La historia se entreteje desde abajo y se cambia desde la comunidad. Tal el nombre del desmesurado espectáculo que cuenta con casi 200 vecinos actores y que se presenta en San Mauricio, la mas pequeña y olvidada de esas localidades, con motivo del festejo del centenario de ese partido. Una historia conmovedora es la de este emprendimiento de teatro comunitario. La directora general del proyecto, María Emilia de la Iglesia, que cuenta con un gran equipo de trabajo con el cual armó esta impresionante propuesta, relata en esta entrevista cómo se gestó esta quijotada, en qué consiste, y cuáles son los sueños de estos vecinos que han se han sumergido en el teatro, lo comparten y lo viven con intensidad para contar su historia.
Teatro comunitario hasta la médula.

- Emilia: ¿cómo nació este grupo de grupos, de varios pueblos?

-Esta idea de unir pueblos a partir del teatro nació hace cinco años, cuando se empezaron a formar dos grupos teatrales en Sansinena y en González Moreno.
Esta primera experiencia fue de teatro vocacional e hicimos obras clásicas como De pie como un árbol, una adaptación de la obra de Alejandro Casona, Juvenecia, versión libre de la obra de Jorge Accame, y otras. Sin embargo, siempre la organización y el modo de relacionarnos tenía más que ver con lo comunitario. Y los pueblos nos visitábamos con las obras, compartíamos charlas y encuentros.
Hace dos años las puestas tenían como premisa incorporar, en algún momento, la presencia del otro grupo. Fue así como Por los caminos de mi pueblo, la primera obra de teatro comunitario que hicimos en Sansinena en sus 100 años, contó con la actuación de vecinos de González Moreno Y luego La unión de Violeta y Jacinto, del Grupo de Teatro Comunitario de González Moreno, tuvo la participación de los vecinos de Sansinena.
Esa idea nos entusiasmó mucho y siempre nos consideramos parte del mismo proceso cultural y colectivo. Siempre charlamos y debatimos el problema de falta de unidad de los pueblos del distrito, eso de mirarse el ombligo y no darse cuenta de que estamos en el mismo barco y de que nos pasan las mismas cosas, de que es posible soñarnos juntos.
Por eso, desde finales del año pasado se abrió una gran oportunidad y empezamos a trabajar para que el centenario del Distrito de Rivadavia nos encontrara más hermanados que nunca. Los grupos ya formados comenzaron a hacer la tarea de promotores en los otros pueblos. Así se sucedieron reuniones en cada lugar, presentaciones de nuestras obras y encuentros entre vecinos de América, Roosevelt, Fortín Olavarría, San Mauricio, González Moreno, Sansinena y los parajes rurales. La premisa siempre fue clara: que los vecinos contaran la historia, la historia de a pie, la historia de los de abajo.

-¿Por qué se les ocurrió hacer semejante festejo, con espectáculo incluido, en San Mauricio?

-San Mauricio fue elegido como el escenario de nuestra obra por muchísimos motivos. Es el pueblo más antiguo del Partido de Rivadavia y está equidistante de la mayoría de las otras localidades. En 1910 disputó la cabecera del Distrito con sus 2.000 habitantes y perdió. Eso le trajo como consecuencia un desgranamiento de la población cada vez más acentuado, que se profundizó en las últimas inundaciones de 2001. Hoy es un pueblo abandonado, donde sólo un puñado de familias y la escuelita resisten su desaparición.
Sin embargo, tiene una energía tan particular este lugar, que todo el que lo visita queda encantado. Me acuerdo de que cuando hicimos el primer encuentro distrital, el 28 de octubre del año pasado, muchos de los que hasta ese momento resistían la idea, una vez que llegaron dijeron: "no me caben dudas de que acá es donde tiene que hacerse la obra". En ese momento era una utopía. Había ganas, pero eran muchísimos los desafíos. ¿Cómo darle vida a un pueblo sin estructura, con casas abandonadas, prácticamente sin agua, sin mercados de ningún tipo, sin sala de primeros auxilios, con instalación eléctrica muy precaria, con una plaza donde pastan caballos y ovejas, donde todo hay que traerlo de los demás pueblos? Esto implicaba una gran organización, porque si algo fallaba, no tendríamos cómo suplir aquello que se rompiera o que nos hubiésemos olvidado.

-¿Cómo fue la dinámica de trabajo estos meses?

-Muy pero muy intensa. Primero lo fue en la formación de grupos de teatro comunitario en los diferentes pueblos, en que los vecinos nos juntáramos, nos pusiéramos de acuerdo en qué contar, en por qué contar esto y no otra cosa y en cómo contarlo.
Una vez resuelto el tema, había que organizar por pueblo equipos de escenografía, vestuario y maquillaje y equipos transversales de logística y prensa para pensar cómo llevar adelante esta locura.
Todos los grupos se juntaron una vez por semana en sus pueblos y un día extra en el que los equipos de trabajo ajustaban aquello que venía faltando. Y una vez al mes nos fuimos juntando todos en San Mauricio para ir tejiendo la puesta en escena. Los encuentros distritales siempre fueron y son un festejo en sí mismos: ahí actuamos, compartimos un almuerzo todos juntos, hacemos rondas gigantes para que todos puedan despejar dudas, sensaciones de los ensayos.
Pero esta obra no implica sólo la coordinación de la puesta en escena, sino el trabajo con otros organismos e instituciones que se han sumado. Esto quiere decir que, si bien actúan casi 200 vecinos, esta cuestión moviliza alrededor de 350 , ya que hay muchos que se ocupan del estacionamiento, la movilidad y transporte de la gente y de los carruajes, caballos, autos, seguridad, cantinas, sonido e iluminación y registro.

-¿Con qué criterio fueron eligiendo lo que se iba a contar?

-En octubre y noviembre del año pasado hicimos los primeros encuentros distritales en San Mauricio. Ahí trabajamos acerca de cómo se vivía antes, cómo se vive ahora, qué nos gustaría contar con la obra. Como por lo general salía la idea bastante hegemónica acerca de que "todo pasado fue mejor", empezamos a buscar contrapuntos con investigaciones de historiadores locales sobre los conflictos chacareros, con las mal llamadas "campañas al desierto" y algunos otros acontecimientos significativos. A partir de esos disparadores empezaron a salir las otras historias, las subterráneas, las que no se dicen. Eso trajo muchísimo debate y enriqueció el trabajo.
Cada grupo de teatro comunitario pensó 3 temas que consideraba era imposible que faltaran en la obra. Cuando se cruzaron los temas comunes, los grupos eligieron un tema propio, pero a la vez representativo de todo Rivadavia y también se decidió qué temas necesitaban del relato y la presencia de todos los asentamientos de inmigrantes, los trabajos rurales, los bailes típicos, el cierre de fábricas en el Distrito, las inundaciones, los jóvenes hoy y los problemas que queremos resolver o cambiar y la unidad de los vecinos. Esos son los temas de esta obra.

-¿Cuántos son en el equipo de trabajo?

-Hay equipos de trabajo por pueblo. Además, en el equipo que coordina todo trabajan conmigo Oscar Giménez, Doris Silva, Darío Fernández y Edith Bello.
La tarea de organización local, por pueblo, la realizan también Karla Borgna, Lucía Sokolsky, Luciana Maggioni, Patricia Arriaga, Fernando Castro, Marisel Botasso, Estela Tartara y Estela Ponce.
La logística la coordinan principalmente Miguel Membredes y Manuel Martino.
El equipo de prensa lo coordina Diego Pallero, Karla, Luciana y Lucía.

-¿Contaron con el apoyo de la Municipalidad?

-La Municipalidad de Rivadavia apoya decididamente este proyecto. Nos ha brindado gran parte de los recursos materiales y de logística para poder montar la obra. Nosotros nos presentamos en el marco de los festejos del centenario del Distrito, lo hacemos el jueves 30 de septiembre, que es el día que Rivadavia fue declarada autónoma de Trenque Lauquen y General Villegas. En pueblos distantes entre sí hasta en 60 kilómetros, con muchos caminos de tierra, la comunicación y los transportes son fundamentales. El municipio ha puesto combis para poder trasladarnos a los encuentros. Trabajamos en conjunto porque hay coincidencia en que la cultura es un derecho y en que el Estado debe procurar su cumplimiento. Las organizaciones incipientes como la nuestra muestran en el Distrito un camino diferente. Sabemos lo que no queremos: una cultura para una elite. Lo que soñamos lo vamos construyendo de a poco, cotidianamente, y con muchos actores interviniendo, porque solos no podemos.
Este proyecto también tiene apoyo del Instituto Nacional de Teatro y es parte de la Red Nacional de Teatro Comunitario.

-¿Qué expectativas tienen con respecto a ese día, concretamente? ¿Cómo se organizan para recibir a tanta gente?

-Para ese día las cosquillas en la panza ya están presentes. Es increíble pensar que podemos lograr lo que hace un año era una quijotada. Creemos que muchísima gente nos va a acompañar. En los pueblos se ha generado gran expectativa. Esperamos alrededor de 2.000 personas y nos estamos preparando para que la gente no nos desborde. La escuela de San Mauricio está armando una gran cantina, tenemos gradas para la ubicación del público, sillas para que gran parte pueda estar cómoda y hay espacio libre para que los autos puedan estacionar. Lo importante es que ese día se viva una fiesta popular, de los vecinos para los vecinos. Si logramos eso, podemos quedar satisfechos.

-¿Qué implica para todas estas personas poder contarse, contar su historia?

-Es muy fuerte. En uno de los últimos ensayos generales la mayoría terminó con lágrimas en los ojos, y aunque repiten las escenas y conocen la obra, la potencia de todos es una aplanadora, va directamente a las entrañas. Es imposible que la felicidad no nos inunde, que no se nos haga un nudo en la garganta con las cosas que no nos gustan. Porque ésta es una obra de creación colectiva. Nadie nos la vino a contar, sino que es nuestra identidad la que habla. Ésta es la historia que entre todos decidimos contar.
Además, la mayoría no sólo es la primera vez que actúa frente al público, sino que además es la primera vez que, a partir de esto, ve una obra de teatro. Así que se trata de un semillero de la cultura, pero una cultura de todos.

-¿Qué implica para vos, cómo directora, semejante desafío?

-Acá estamos en la ola. Creo que analizaré mejor lo que esto implica luego del estreno. Es un gran desafío no sólo personal. Me parece que cuando uno apuesta a construcciones colectivas hay muchos egos que deben dejarse de lado para que aquellos que nunca tuvieron voz la puedan tener. Eso es tan liberador para la comunidad, que cambiamos todos. Creo que es un modo de vida.

-¿Cómo ves el futuro? ¿Cada grupo seguírá por su lado? ¿Quién va a dirigir? ¿Seguirán todos juntos?

-Creo que esto es sólo el comienzo, que el futuro es muy alentador. El hecho de que cada pueblo esté movilizado, y que de lo que se hable no sea del último chusmerío, sino de nuestra historia o de un evento cultural, es verdaderamente transformador. Cada pueblo irá construyendo sus estrategias de continuidad, pero ahora sabiendo que sí se puede soñar, que nada es imposible, que se puede hacer, y que siempre tenemos más fuerza si hacemos las cosas juntos. La unidad es una construcción lenta y difícil. Apostamos a que esto siga. Por nosotros y por una comunidad mejor.



Algunas publicaciones:


http://www.elnorteenmovimiento.com.ar/es/provinciales/buenos-aires/899-una-multitud-disfruto-de-los-festejos-del-centenario-de-rivadavia.html

http://www.masternews.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=5095%3Ateatro-comunitario

Fotos Festejo Centenario de Rivadavia - Semanario REGION

RECORDATORIO DE TELAM PARA EL JUEVES 30 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Presentan obra de teatro comunitario en un pueblo casi fantasma - Yahoo! Noticias

http://www.laopinion.com.ar/informacion-general/8613-presentan-obra-de-teatro-comunitario-en-san-mauricio.html